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¿Qué es servir?

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  "Había llegado su hora  de pasar de este mundo al Padre".   (Jn13,1-15). En la mesa de Jesús no hay juicio sino entrega, servicio y sitio. Hoy comenzamos el Triduo Pascual. Hasta el domingo vamos a vivir la tensión del nacimiento a lo definitivo de la humanidad. Ese paso, esa Pascua de dejar de vivir mirando al suelo y pasar a vivir "glorificados". Como una semilla que se pudre, como una crisálida que envuelve al gusano y lo transforma en mariposa, así nosotros morimos y renacemos a diario. "He muerto y he resucitado", mil veces a lo largo de una vida. Gracias a Jesús que también a diario me lava los pies y me dice que me ama. ¿Cómo es un amor que llega hasta el extremo?   "Gratuito", porque se dona a sí mismo sin esperar nada a cambio. "Incondicional", porque no se detiene ante nada, ni siquiera ante el rechazo. "Sobreabundante", porque no soporta una medida impuesta, ya que siempre la rebosa.   Te haces siervo por

El estilo de Jesús

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  « ¿Soy yo acaso, Señor?».   (Mt, 26,14-25).    Se acercan días de salvación, pero lo primero es reconocer que no hemos sido fieles, que podemos, si queremos, cambiar, y ser capaces de mirarle a los ojos y reconocer que hemos fallado, sin escusas, pero con la certeza de su perdón.   Durante la cena Jesús desenmascara las secretas intenciones del traidor, ya que Él, como Señor de la vida y de la muerte, es quien dispondrá de su propia « hora ». Pero el Señor no se da por vencido, no pierde la esperanza. Por eso –y aun en estas tristes circunstancias– todavía ensaya una última oferta de amistad en espera de su conversión. Judas, sin embargo, no dio marcha atrás. Ejemplo escalofriante que nos revela la profundidad del corazón humano, capaz de lo más noble, como es el amor y la amistad, lo mismo que de lo más vil, como son el odio y la traición. “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?” Quien ama no pregunta primero ¿qué hay en ello para mí? No busca sacar provecho

Juan, Pedro y Judas

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  “Uno de vosotros me va a entregar… No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces”. (Jn13,21-33;36-38). Jesús sabe que lo van a entregar, a negar y abandonar los amigos y, sin embargo, se sienta con ellos a la mesa. Los ama hasta el extremo. En el momento de mayor fragilidad y oscuridad, Jesús no se cierra en su dolor, ni da vueltas a su pena, sino que parte y nos reparte su vida. Revela, en los gestos de la última cena, la calidad y la hondura de su amor.   Jesús se sienta a la mesa con sus discípulos. Había compartido días, dificultades y cansancio. Y pone la verdad sobre la mesa. Uno lo va a entregar, otros no lo van a entender, otro lo negará y todos lo dejarán solo. Una Pasión de Amor no correspondido. En el dramático contexto de la última Cena, la exigente misión de Jesús se hace sentir en signos muy cálidos y muy concretos. Como el Mesías largamente anunciado y ardientemente esperado, Él lleva inscrito en su mismo destino la tarea de « reunir a los supe