Ser el servidor de todos.





“Quien quiera ser el primero, 
que sea el último de todos 
y el servidor de todos” 
(Mc 9,35). 

 Jesús era consciente de que podía correr la misma suerte que los profetas: el maltrato y la muerte violenta. 
Quienes no lo entendían eran los discípulos, preocupados por las pequeñas intrigas de quién sería el más importante. 
Y aún hoy nos cuesta vivir el seguimiento de Jesús como un servicio gozoso y gratuito a los que en nuestro mundo son considerados los últimos o menos importantes. 

La conversión que necesitaban los discípulos 
la necesitamos ahora nosotros y toda la Iglesia.
- Ayúdanos, Señor, 
a saber renunciar al propio bienestar 
para ser más servidores de los demás.


Jesús reitera su enseñanza sobre el destino del Hijo del hombre; pero los discípulos no entienden, tienen miedo a que Jesús les sorprenda.

Lo quieren seguir con el equipaje de sus criterios humanos.

Jesús les explica lo que supone estar con él: tienen que dejar de lado toda ambición, y ser el servidor de todos.

En la misión no van solos, llevan la presencia de Jesús y del Padre.  


Orar es abrir los oídos a los pequeños, 
a los que apenas tienen voz en la tierra.


El Papa Francisco nos dirá:
“Y si queremos ser cristianos, no hay otro camino.
Él mismo, se hizo siervo, servidor;
quiso ser humillado hasta la Cruz”.
Y frente aquellos que quisieran un cristianismo un poco más humano, sin Cruz y sin Jesús, sin despojamiento, responde que: “nos volveríamos cristianos de pastelería, como buenas tartas, como buenas cosas dulces”. 
“Muy bonito, ¡pero no cristianos de verdad!”

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