Despiértanos



“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!” (Mt 25,6)

A primera vista parece que las vírgenes sensatas son egoístas, pero con su actitud nos están enseñando algo importante: hay cosas que nadie puede hacer por nosotros.
Nadie puede tener fe por nosotros, nadie puede amar por nosotros, nadie puede rezar por nosotros, nadie puede esperar al Señor por nosotros...

« ¿Cuál es el aceite del cristiano?
¿Cuál es la batería del cristiano para producir la luz? Sencillamente la oración».
«Tú puedes hacer muchas cosas, muchas obras, incluso obras de misericordia, puedes hacer muchas cosas grandes por la Iglesia -una universidad católica, un colegio, un hospital…-, e incluso te harán un monumento de bienhechor de la Iglesia», pero «si no rezas» todo esto no aportará luz. «Cuántas obras se convierten en algo oscuro, por falta de luz, por falta de oración».
Y por oración se entiende «la oración de adoración al Padre, de alabanza a la Trinidad, la oración de acción de gracias, también la oración con la que se piden cosas al Señor», pero siempre una «oración del corazón».
Es precisamente ese «el aceite, esa es la batería, que da vida a la luz». (Francisco)

Señor, hazme diligente en la fe,
cura y pereza y hazme entender que…
nadie puede velar en lugar de mí,
nadie puede amar en lugar de mí,
nadie puede rezar en lugar de mí,
nadie puede aprender en lugar de mí,
nadie puede caminar en lugar de mí
nadie puede sufrir y gozar, en lugar de mí,
nadie puede vivir en lugar de mí.
La existencia no admite representaciones.
Despiértanos del sueño de una vida superficial,
que cada día llenemos nuestras lámparas
en la oración, en los sacramentos, en la comunidad cristiana... para que podamos descubrir tu presencia entre nosotros, llevemos encendidas las lámparas del amor y la esperanza y con todos los hermanos disfrutemos de tu cercanía. 
Amén.

Hoy celebramos a Santa Teresa Benedicta de la Cruz, virgen y mártir, patrona de Europa

Nació en 1891, en Breslau.
Habiendo perdido su fe judía, buscadora infatigable de la verdad, se convirtió a la fe católica y se hizo carmelita.
Fue detenida por los nazis y murió en las cámaras de gas de Auschwitz:
«La vida divina llegará a nosotros "plenamente" el día de su gloria.  Sin embargo, y ahora —"en la carne"— tomamos parte en Él cuando creemos que Cristo ha muerto por nosotros para darnos la vida: por eso la Cruz es nuestro único título de gloria»
("La ciencia de la Cruz").

"Mi vida comienza cada mañana de nuevo 
y termina cada noche; 
más allá no tengo planes ni propósitos"  
(Edith Stein).





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