Líbranos, Señor, de la tristeza




“Ellos se pusieron tristes” 
(Mt 17,23)

Conociendo la suerte de muchos profetas, especialmente la muerte de Juan Bautista, no es extraño que Jesús previese para él un final semejante.
Pero hay una novedad importante: la afirmación inequívoca de la resurrección o plenitud en Dios después de la muerte.
A pesar de ser el Hijo, Jesús quiso —por así decir— pagar el tributo común a toda la humanidad: el sufrimiento y la muerte.
Una muerte no buscada, sino aceptada y que nos abre al horizonte de Vida que Dios ofrece.

- Líbranos, Señor Jesús, 
de la tristeza de una vida sin sentido.

Jesús habla claramente a los suyos.
No les esconde la muerte porque no les esconde la vida. Saca a la luz el misterio hondo de todo ser humano. 
¿Qué experiencias dejan en tu corazón un poso de tristeza?
Míralas todas con la mirada de Jesús resucitado.  

Entra, Señor, 
en mi corazón por sus heridas, 
y hazlo florecer.  



Hoy celebramos a Santo Domingo de Guzmán, presbítero. 
Apasionado por el estudio, por su tiempo, por la Iglesia, Domingo (1170-1221) trabajó, seriamente, con la palabra y el ejemplo de pobreza, contra la herejía de los albigenses. Fundó a los Dominicos para continuar su obra: 
«Siempre se manifestaba como un hombre del Evangelio, de palabra y de obra. 
Durante el día nadie era más accesible y afable que él en su trato con los hermanos y acompañantes. 
Dedicaba el día al prójimo, la noche a Dios; sabiendo que Dios asigna su misericordia durante el día y su canto durante la noche» (Orígenes de la orden).

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