Llamados a la fiesta





“Venid a la boda” 
(Mt 22,4)

El proyecto del Reino va adelante, no fracasará, a pesar de la indiferencia u oposición de los primeros que fueron llamados.
Porque el Reino es de Dios y éste es su deseo.
El banquete de bodas es signo de la comunión gozosa de Dios con la humanidad.
La boda apunta a la Alianza entre Dios y toda la humanidad.
Pero ¿quién acogerá esta invitación de Jesús en un mundo acostumbrado a la ausencia de Dios?
Que nadie se excluya de ella ni rechace tu invitación.
La mayor parte de los invitados rechaza la invitación, prefiere vivir al margen de Dios.  
Aprovecha tú estos minutos para acoger esta invitación gratuita a dejarte querer por Dios. 
Haber aceptado la invitación a esta fiesta supone "vestirse" con el estilo de vida de Jesús.
Y cuando acudimos a la llamada del Señor, ¿vamos con el vestido de fiesta?

San Pablo nos recuerda cuál es el traje de gala del cristiano:
“Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia... Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección.” 
(Col. 3,12.14)
 
¿Cómo es tu traje de fiesta?
Nosotros somos hoy los invitados a compartir esta mesa, tal como Jesús la compartía con los que se le acercaban.

«De este modo, sentarse en la mesa con Jesús significa ser transformados y salvados por Él.
En la comunidad cristiana la mesa de Jesús es doble: está la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía.
Son estas las medicinas con las cuales el Médico Divino nos cura y nos nutre.»
(Francisco).

- Gracias, Padre, por invitarnos a tu fiesta. 

Conviérteme en pregonero de tu fiesta, Dios mío,
donde hay flores y danzas, pan para todos.  

Señor, Tú te acercas cada día y nos llamas,
Nos invitas a disfrutar en el mejor banquete.
Compartes con nosotros el vino de la alegría.
Quieres alimentarnos con el pan de tu amor.


Y nosotros sacamos excusas y no acudimos.
Tenemos muchas cosas importantes que hacer.
Creemos que tu banquete es aburrido.
Despreciamos lo que más necesitamos.


Señor, danos un corazón inteligente y sabio,
que sepa reconocer donde la verdadera alegría.
Danos un corazón sencillo y acogedor,
que sepa recibir el amor que nos ofreces gratis.


Señor, danos un corazón generoso y misionero,
para salir a las calles, plazas, cruces y caminos
e invitar a todos al banquete que has preparado,
al banquete de bodas, que algún día será eterno.




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