Testigos y hermanos.





“Todos vosotros sois hermanos” 
(Mt 23,8)

Sería muy triste tener que decir de quien tiene responsabilidad en nuestras comunidades lo que Jesús decía de escribas y fariseos.
El evangelio recuerda que el peligro siempre está ahí.
Y sólo puede evitarse con la práctica de lo que dice Jesús: viviendo siempre como discípulos de él, el único maestro; considerando a todos como hermanos y hermanas, hijas e hijos del mismo y único Padre.
Teniendo como ley suprema la de amarnos y servirnos mutuamente.

- Haz, Señor,
que los cristianos no estemos preocupados
por ser maestros, sino por ser tus testigos.

Jesús insiste en la igualdad de todos los discípulos. 
Ninguno es más que nadie.
Ninguno es menos que nadie.
Los dones de cada uno no son para marcar diferencias, sino para embellecer la vida de la comunidad.
Trata de vivir el día de hoy sin compararte ni medirte con nadie.
Abre tu mano izquierda para acoger los dones de los que viven cerca de ti.
Abre tu mano derecha y reparte lo que Dios te ha dado.

Gracias, Señor,
por el regalo de la Iglesia.
Gracias, por su belleza y ternura.
Gracias por ese espacio
en el que todos somos hermanos.  

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