Gratuidad




“Cuando des un banquete invita a los pobres, 
a los lisiados, , a los cojos y a los ciegos ...”
(Lc 14, 13)  

Es totalmente normal invitar y ser invitados en el círculo de nuestras amistades y familia.
La propuesta de Jesús es no quedar encerrados en este círculo.
«Pobres, lisiados, cojos y ciegos» deben tener un lugar en el banquete de la vida, y en nuestra Iglesia.

- Señor, que las comunidades cristianas sean espacios de acogida e integración, donde nadie se sienta marginado o forastero.

La propuesta de Jesús es claramente subversiva.
En su tiempo, los enfermos y los lisiados estaban excluidos no sólo de la vida social sino también del Templo.
Frente al interés personal, Jesús proclama que la generosidad con los pobres, sin esperar ser correspondido, es uno de los valores del reino.
Esta tendencia es de todos los tiempos y culturas, por lo tanto también tuya.
Dichoso serás si tienes un corazón generoso.
Abre tu puerta al pobre.

Señor, enséñame a ser como tú: desprendido, generoso, desinteresado.
Para que mi vida te agrade y sea feliz.

El camino hacia la santidad es el de la gratuidad: hacer las cosas sin buscar nada a cambio.
Dios es gratuito.
No espera nada para sí, porque nada necesita.
Si espera que demos buenos frutos, porque nos conviene y conviene a nuestros hermanos.
Damos gracias por el amor desinteresado de Dios.
Él nos invita al banquete de su Palabra, de la Eucaristía, sabiendo que no le podemos pagar con nada.

El Padre invita a todos a su Reino y especialmente a aquellos que más pequeños.
¿Cuál es nuestra actitud?
¿Con quiénes nos relacionamos más?
¿A quiénes nos acercamos?


Señor, Tú amor es siempre gratuito.
Invitas a tu mesa a todas las personas,
cultas e incultas, sanas y enfermas,
ricos y pobres, buenas y malas.
Me has invitado a mí, sin ningún mérito,
gratuitamente, sin buscar nada a cambio;
pues nada mío puede enriquecerte.
Nos abres de par en par las puertas de tu casa,
nos ofreces el regalo de tu amistad,
en tu Palabra, nos has revelado tus secretos,
compartes con nosotros tu Espíritu,
nos reservas un puesto en tu mesa
alimentas con tu amor nuestras hambres
y nos brindas una alegría nueva y eterna.
Sólo por amor.   
Todo por amor. 
Gracias, Señor.
Ayúdanos a ser gratuitos en nuestras relaciones,
a ir más allá de los sentimientos y del propio interés;
a abrir nuestro corazón y nuestra mesa
a los amigos y a la familia, por supuesto,
pero también a los que no podrán pagarnos,
a los pequeños, a los pobres, a los que están solos,
a los más necesitados, aunque no siempre lo merezcan.
Purifícanos y haznos parecidos a ti, Señor, 
ayúdanos a amar gratuitamente, como Tú,
para entrar de lleno en el camino del Evangelio,
para gozar de la felicidad más grande. 
Amén.

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