El Reino de Dios crece dentro de ti.



 “El reino de Dios está dentro de vosotros”
 (Lc 17,21)   

Todos somos curiosos.
A la pregunta de los fariseos sobre la venida (gloriosa) del Reino,
Jesús responde remitiéndoles al tiempo que están viniendo: el Reino ya está presente en su persona y en su comunidad que él va formando.
Y ¿cuándo lo veremos en plenitud?
Jesús no se pronuncia; sólo dice que primero él debe morir (y resucitar).
Somos responsables del crecimiento del Reino, acogiéndolo como don de Dios y viviendo en sintonía con él.

- Señor: que la esperanza que tenemos en la llegada de la plenitud del Reino nos dé fuerza para vivirlo cada día.

Cada vez  que respondemos confiadamente con nuestra vida al mensaje de Jesús, el reino se hace también presente en nosotros por el Espíritu.
El reino de Dios crece dentro de ti, cuando te ocupas de los demás.
De esta manera te pareces a Jesús que recorrió los caminos haciendo el bien. 

Quiero vivir el momento presente acogiendo tu reino, anunciando tu reino, esperando tu reino. ¡Venga a nosotros tu reino, Señor!

¿Qué es el Reino de Dios o Reino de los cielos?
El Reino de Dios no es un territorio concreto, como el Reino de España, ni se identifica con el Vaticano, ni con la Iglesia católica.
El Reino de Dios es el proyecto que tiene Dios para sus hijos e hijas; un proyecto de felicidad, que se cumple cuando le amamos a Él y cuando amamos a las personas.
Cuando vivimos este doble y único amor, Dios reina.

     "Gracias Señor porque buscas mi felicidad"
     "Reina Señor en mi vida, en mi corazón"
     "Dame fuerza para construir tu Reino en mi familia, en el trabajo, con mis amigos..."



El Reino de Dios no vendrá espectacularmente... 
Está dentro de vosotros. 
Elias  buscaba a Dios en el huracán, en el terremoto y en el fuego; y lo encontró en el susurro de una brisa suave
(1 Reyes 19,9-13).
Ese susurro se percibe en la bondad de nuestros sentimientos, en la sencillez de los gestos de amor, en la pequeñez de un trozo de pan consagrado... ¿Sientes esa brisa?
¿Dónde?
Descúbrela, alégrate, da gracias.
 Señor, tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más alto que lo más sumo mío. Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. 
Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo.
Me retenían lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed, me tocaste, y me abrasé en tu paz.
San Agustín

 El Reino de Dios comienza en esta tierra, pero encontrará su perfección al final de la historia.
En ese día Jesús, el Hijo del hombre, brillará como un relámpago.
También nosotros brillaremos al sentir el amor de nuestro Padre en toda su amplitud, al disfrutar  de una fraternidad perfecta.
Imagina como será ese día...
Pero hasta que llegue, la lucha contra la injusticia, contra la violencia, contra el pecado va a ser muy dura.
En esa lucha encontró Jesús muchos padecimientos y la propia muerte.
      "Danos luz y fuerza para luchar contra todo lo que hace infelices a las personas"
      "Gracias Señor porque sabemos que al final vencerá el Amor, vencerás Tú"

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