Jesús es luz


"Mientras estoy en el mundo, 
soy la luz del mundo" 
(Jn 9, 1-41)


Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver. 
¿Y tú? 
¿Quieres? 
Abre los ojos a Cristo. 
¡Ve!

Líbrate de la ceguera interior y ábrete a la luz de Dios

Nuestra vida, a veces, es parecida a aquella del ciego que se ha abierto a la luz, que se abre a Dios

Señor: que los ciegos vean.
Señor: que los que nunca han visto comiencen a ver.
Señor: que los que nunca te han visto, puedan verte ahora en la Cruz.
Señor: que los que nunca han tenido tu luz, la descubran ahora en la Pascua.
 

Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en mis ojos para que tengan vista

Pon tu mano en mis ojos miopes,
para que puedan mirar más allá
de la costumbre, la familia y la comunidad,
y ver al hambriento, al sediento, a los siempre pobres.

Pon tu mano en mis ojos endurecidos
por el paso de los años y los fracasos,
para que se transformen
en ojos emocionados, capaces de llorar.

Pon tu mano en mis ojos cansados,
que no alcanzan a distinguir bien cosas y personas,
para que adquieran juventud y claridad
en este mundo convulso y cambiante.

Pon tu mano en mis ojos enfermos,
mal acostumbrados y poco cuidados,
para que recuperen la salud
y puedan ver sin engaño en plenitud.

Pon tu mano en mis ojos heridos
por tantos golpes, luces y fogonazos
que han recibido de la vida
cuando intentaban verla en profundidad.

Pon tu mano en mis ojos vacilantes,
que no saben detenerse y reconocer
lo que ante ellos emerge con novedad
dejándome siempre perplejo y vacilante.

Pon tu mano en mis ojos superficiales,
que pasan rápida y febrilmente
por todo lo que encuentran y se les ofrece,
pero evitan encuentros y compromisos estables.

Pon tu mano en mis ojos ciegos,
clausurados a la vida y a la luz,
para que vuelvan a ver la vida y tus signos

con paz, ilusión y movimiento.

Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en nuestros ojos para que tengan vista.


Florentino Ulibarri

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