Ser sal y luz






“Alumbre vuestra luz a los hombres, 
para que vean vuestras buenas obras 
y den gloria a vuestro Padre” 
(Mt 5,16).

Jesucristo nos ha traído la mejor sal y la luz más clara: su Evangelio, su vida. 
El Evangelio de Jesús da sabor de esperanza, de fraternidad, de fe al mundo. 
La vida de Jesús ilumina nuestra existencia y nos ayuda a descubrir cómo somos en realidad y cómo podríamos ser...
Pero la sal y la luz de Jesucristo no son sólo para nuestro disfrute personal.
Él nos dice: Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo.
Tu parroquia ha de ser sal y luz en el barrio, tú tienes que ser sal y luz en medio de tu familia, de tus amigos…
Sin embargo, en muchas ocasiones nos parece que no podemos ser sal y luz de nada. Nos paraliza nuestra pequeñez, nuestros pecados...
No da miedo ir en contra de la corriente, en contra de una corriente muy fuerte.
Jesús conoce nuestra debilidad y sabe bien de la fuerza del mal, pero confía en nosotros y nos envía.
Es posible ser sal y luz desde la pequeñez.
Si confiamos y nos apoyamos en Él, su fuerza se manifestará en nuestra debilidad.
Usamos la sal sin pensar en la gran importancia que tuvo para los pueblos antiguos.
Era el medio de conservación de los alimentos y tenía un gran valor.
¿Cómo podemos ser sal?
Conservando lo más genuino del cristianismo. 

Conservando los valores que nos identifican y a la vez siendo luz para iluminar de esperanza este mundo que a menudo cae en la desilusión y la mediocridad.

La alegría que nace de saberse hijo amado del Padre, se irradia a los demás como una luz. La vida adquiere otro color, otro sabor.
Sal y luz
Sal que rompe con su sabor la monotonía.
Luz que acaba con las sombras.
El Espíritu de Dios potencia todo lo bueno que hay en el ser humano.
Saca a la luz lo mejor de cada uno. 
Puede sacarnos de la mediocridad.

"El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo q se cree" (San Antonio de Padua).

El cristiano debe ser una persona luminosa, que lleva la luz

Los discípulos de Jesús son fermento de una nueva sociedad cuando en su modo de obrar dejan pasar la luz del Padre.
Intenta que tus obras reflejen la luz de la fe que llevas dentro.  

Te glorifico, Padre, por las obras buenas que hoy has sembrado en el surco del mundo.
 
¿Cómo eres y cómo podrías ser sal y luz?

 Esta oración, inspirada en un texto de Mahatma Ghandi, nos puede ayudar:

Enséñame a ser sal de la tierra y luz del mundo.
Ayúdame a regalar una sonrisa a quien nunca la ha tenido.
a hacer volar un rayo de sol hasta allí donde reina la noche.
a descubrir una fuente y hacer que se bañe en ella quien vive en el fango.
a tomar una lágrima y ponerla en el rostro de quien nunca ha llorado.
a tomar el valor y ponerlo en el ánimo de quien no sabe luchar.
a descubrir la vida y contársela a quien no sabe captarla.
a tomar la esperanza y compartirla con quien se siente fracasado
a tomar la bondad y dásela a quien no sabe dar.
a acoger el Amor y darselo a conocer al mundo. 
Amén.

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