«Los cristianos son en el mundo como el alma es al cuerpo».





“Al entrar en una casa saludad” 
(Mt 10,12)

El mundo está lleno de saludos. 
Saluda, cada amanecer, la luz al mundo y todo se llena de colorido. Saludan los pájaros desde las ramas de los árboles ofreciendo a los que pasan conciertos gratuitos. 
Se saludan las gentes. 
Se saludan los amigos de Jesús. 
¿Cómo será el saludo de Dios? 
Acorta las distancias con un saludo. 
Disipa las tormentas con un saludo. 
Cultiva la espiritualidad de la comunión con el saludo. 

Cuando tú, Señor, nos saludas, las distancias se acortan, tu corazón y el mío laten al unísono.

 «Los cristianos son en el mundo como el alma es al cuerpo». 
Vivir en el mundo, sin, ser del mundo. 
Estar en medio del mundo como levadura en la masa, sal de la tierra, luz del mundo. 
Suena bien pero no es fácil. 
Lo que se nos pide, es predicar con nuestro testimonio y sin apegarnos a nada ni afectiva ni efectivamente.
- Señor, ayúdame a repetir con san Pablo: 
«No me avergüenzo del Evangelio».

Señor, escucho tu llamada de nuevo.
Una y otra vez me llamas,
aunque me haga el sordo en demasiadas ocasiones.
Eres tozudo, Señor.

Me llamas y me envías.
Nos envías, de dos en dos.
No quieres que vaya solo.
Mi fe se apoya en Ti
y en mi compañero de misión.
Mi compañero se apoya en Ti
y en mi.

No quieres que lleve muchas cosas.
Un bastón y nada más.
Ni pan, ni alforja, ni dinero...
Para cumplir tu misión
no necesito casi nada.

Para transmitir tu amor
sólo es preciso que me deje amar por Ti
y que ame, sirva y me entregue como Tú.

Para transmitir tu perdón
sólo es necesario que me deje perdonar por Ti
y que perdone como Tú me perdonas.

Para transmitir tu Palabra
sólo es menester que abra mis oídos para escucharte
para que mis palabras y mi vida hablen de Ti.

Para transmitir tu alegría
sólo es preciso que mi corazón se acerque al tuyo,
para que ni la peor noticia arrugue mi sonrisa.

Para transmitir tu consuelo
sólo es necesario que ponga en tus manos mis agobios
y contagie mi esperanza a los que sufren.

Me has llamado, Jesús.
Tú sabes lo que haces.
Aquí estoy. Envíame.

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