Te damos gracias, Padre...



“Te doy gracias, Padre, 
porque has escondido estas cosas
 a los sabios y entendidos 
y se las has revelado a la gente sencilla” 
(Mt 11,25)  

Los que van de sabios por la vida tienen pocos amigos. 
Para contactar con los hermanos es preciso escuchar y acallar nuestro diálogo interior. 
Para escuchar al Señor se nos pide otro tanto: escuchar y dedicarle tiempo. 
Agradecer cuanto somos y tenemos sin darle lecciones a Dios de cómo consideramos que tienen que ser las cosas.

- Señor, te doy gracias por tu presencia en mi vida.
 
¡Qué alegría la de Jesús! 
Encuentra gente sencilla que ha entendido las cosas importantes de la vida. 
Estas gentes son para Jesús una presencia alentadora que le anima a entregar la vida en una eucaristía. 
Busca a tu alrededor y encuentra gentes sencillas que han entendido lo que es dar la vida, hacer el bien, ser coherentes con su fe. Alégrate.

Me asomo a tu corazón, 
María, y veo en él reflejadas la belleza y la ternura de Dios. Atráeme, Virgen María, caminaré en pos de ti.  


Te damos gracias, Padre, por las personas que gozan del don de la fe, y confían en Ti aunque caminen en tinieblas.
Te damos gracias, Padre, por las personas que reconocen y lloran sus pecados, y tienen un corazón compasivo con los que se equivocan.
Te damos gracias, Padre, por las personas que se entregan a Ti y con alegría ofrecen todo lo que tienen a los hermanos.
Te damos gracias, Padre, por las personas de espíritu sencillo, que no conocen el temor que acobarda, ni la vergüenza que retiene.
Te damos gracias, Padre, por las personas que saben descubrirte y disfrutarte en la presencia de las personas y las cosas.
Te damos gracias, Padre, por las personas que viven la existencia como peregrinos, y a la luz de la fe, caminan en busca de la patria mejor, definitiva y verdadera.
Te damos gracias, Padre, por las personas...

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