La plenitud de la ley es el amor

"Si te hace caso, has salvado a tu hermano"
(Mt 18, 15-20)



El corazón es como un jardín.
Puede crecer en él la compasión o el miedo; el rencor o el perdón.
¿Qué es lo que quieres sembrar en él?

Si nos ponemos de acuerdo, si olvidamos diferencias, enemistades y rencores; si nos reconciliamos, Dios escucha y atiende nuestras súplicas.

Nunca nos salvamos solos.
Nos salvamos junto a otros y gracias a otros.

Ojo por ojo,
diente por diente,
golpe por golpe,
insulto por insulto,
ofensa por ofensa,
ultraje por ultraje,
decepción por decepción…

Así se va llenando
la memoria
y el equipaje
de agravios,
de rencor,
de deudas.

Mejor ofrecer,
contra el puño cerrado,
una mano abierta.
Ante el insulto, silencio
o, aún más, palabra de perdón.
Mejor no subirse
al tren del odio.
Mejor bajarse
de la espiral
de la venganza.
Mejor caminar
por la senda
de la concordia.

Amar a amigos y enemigos.
A tu manera, Señor.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj (adaptación)

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Señor, no nos dejes caer en el "ojo por ojo" o en el "diente por diente";
no permitas que me deje llevar por la rabia o por los deseos de venganza.
Ayúdame a seguir amando a quién se equivoca, a quien me hace daño;
Dame sabiduría para convertir el dolor en compasión afectiva y efectiva.

Enséñame a rezar por las personas que me han herido con sus palabras y obras;
a corregir sin humillar, por amor, con delicadeza, buscando el bien del otro.

Dame amor para no criticar a la espalda, para corregir a la cara, a solas.
Si no me hace caso, que no me dé por vencido y busque la ayuda de otras personas y de la comunidad.
Y si, ni aún así, no se corrige, dame la paz del que hace todo lo posible para solucionar un problema.

Señor, dame amor para corregir a quién se equivoca
y mucha humildad para dejarme corregir cuando me equivoco yo.

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