Servicio y humildad


“Somos unos pobres siervos, 
hemos hecho lo que teníamos que hacer” 
(Lc 17,10).

Jesús nos dice en esta parábola que los dones de Dios al siervo fiel no son un derecho que se puede reivindicar, sino un don gratuito.
Ponte en verdad ante Dios y reconoce que todo lo que eres y tienes lo has recibido de su bondad.

La exhortación crucial de la parábola es clara: considerémonos unos siervos capacitados para el servicio, responsables y transparentes, ya que el engreimiento es inhumano, no es evangélico, y crea relaciones hostiles.
¿Cómo hacer de nuestras relaciones escenarios de cuidado y misericordia?
Digamos con fe: “gracias, Señor, por permitirme pertenecer a tu Reino; acrecienta mi humanidad, y humaniza mi fe”. 
El servicio va unido a la humildad, no busca el aplauso ni destacar.
Cada día estamos llamados a hacer de nuestra vida un lavatorio de 
los pies.
Dios te dice hoy: ven, siéntate a la mesa y te iré sirviendo.

Jesús, traigo ante Ti todas mis cualidades.
Son un regalo tuyo.
Que no las guarde para mí sino que las ofrezca gratuitamente a los hermanos.  

Un buen día para mirar a la Virgen María, y aprender de ella a estar siempre cerca de Jesús, compartiendo vida con Él, pero siempre en segundo plano. 

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